martes, 3 de octubre de 2017

Splash!!!


Ante los nuevos retos que he decidido emprender, para eso que llaman crecimiento personal y autoayuda, me he propuesto hacer algo de lo que siempre he huido, no me gusta, me aburre mortalmente y no se me da bien.

Casi a diario me embuto en un bañador de natación que me queda como al Santo Creador dos pistolas, me coloco el gorro de silicona para no tener que volver luego con el pelo empapado y ahorrarme el tiempo de más que yo considero innecesario pasar en el vestuario de una piscina.
El primer día que fui a nadar, tarde más en lo que subí, me cambié, salí, me duché y bajé a casa, que lo que realmente estuve en el agua, para no mentir al diablo, en remojo estuve 20 minutos. Me aburre infinito y más allá.

Está claro que no le había cogido el gusto, aún sigo sin cogérselo pero como a penas soy cabezota me he empeñado en continuar haciéndolo.

El segundo día que fui fue un poco más divertido, entre otras cosas porque no fui sola, fui con NiñoNinja, un amigo y la hija de este. Yo me quedé en la calle lenta con los niños y una vez que estaba ya dentro de la piscina, con mi gorro y mis gafas, de lo único que tenía ganas era de salir y acabar cuanto antes esa tontuna (perdón tortura) y tomarme una caña y fumarme un cigarrillo en la terraza de enfrente de la piscina. Pasado ese momento de ¿Qué cojones hago yo aquí?, me vine arriba y empecé a nadas, con algún buchito de agua que tragué, porque oigan, no es lo mismo nadar en el mar que en piscina, y yo el nadar en piscina lo tengo más que olvidado.

NiñoNinja en su línea, largo arriba, largo abajo.En lo que yo hacía un largo, él me doblaba, yo lo achaco a su edad y la mía, mi hábito de fumar y no el suyo, a su estilo (Crol) y el mío (brazabuela o espalda)  y qué diablos, que él está en el equipo de natación del colegio. Aún así y tras los primeros calambres que me estaban dando en partes de mi cuerpo que no sabía o no recordaba que había músculo, empecé a disfrutar. 

Lo que más me gustó fue el silencio, con el gorro de silicona, te cubres los oídos y pasas a un estado de me la pela cualquier estimulo o distracción externa y eso mola, puedes escuchar tus pensamientos, puedes centrarte en sentir entre calambre y calambre los latidos de tu corazón que está a punto de salirse de tu boca, te da exactamente igual  si vas con la vela colgando porque te ha entrado en poco de agua en la nariz (nota mental; tengo que hacerme con una pinza de nariz), si la señora Japonesa que nada delante de mí me da una patada a cada palmeada que hace con los pies y me da, ¿cuál es la distancia de seguridad que hay que dejar?, si el que va de vuelta por la  misma calle, te arrea una “guantá” de las que hacen mirar a media piscina, y sobre todo si mi hijo está descojonándose agarrado al bordillo cuando me ve llegar junto a él con el golpe en un pómulo, la vela colgando, el bañador que me queda grande de pelotas y lo llevo medio caído por el pecho y a modo de tanga por detrás.

En fin, solventados esos primeros inconvenientes no cejé en el intento y estaba con determinación a que eso que estaba haciendo me gustase.


Me recoloqué el bañador, volví a ponerme las gafas en su sitio porque la imagen era patética, algo así como esto 

Expectativa

Vs.

Realidad

Y tras no sé cuantos largos, y un buen arrugamiento de piel, decides salir de ese caldo sin fideos, porque si hubiera tenía un poco más de sustancia me había quedado allí a comer, total… me bebí media piscina y seguro que alguna de las micciones de la señora japonesa que estaba delante de mí.

No fue tan terrible como yo pensaba, estuvo bien. Ese momento me ayudo a ir tan cansada al vestuario que no me importó ver aquello como una playa nudista de Ibiza o Cádiz. La joven que con su cuerpazo nos mira a todas con la superioridad le otorga tener 20 años menos, ya veremos “mona” cuando tengas mi edad si estás como yo…

La abuela que está medio espatarrada en uno de los bancos untándose crema hidratante con la llana que le ha robado al último albañil que pasó por su casa

La exhibicionista que se pasea por todo el vestuario sin rumbo fijo, y las que como yo nos buscamos un rinconcito y nos ponemos las bragas del revés para no perder mucho tiempo y salir de allí cuanto antes.

Voy a continuar con esta rutina, hasta que algún@ de las asidu@s me dirija la palabra y entonces será ese el momento de cambiar de piscina, porque Servidora es poco amigable con desconocid@s, salvo que seas Michael Phelps, con o sin barba
Michael Phelps
Eso sí, tengo que hacerme con un reproductor de música acuático que me permita encerrarme más durante ese tiempo (perdido) en mis pensamientos y dejar el cerebro el stand-by.

Ya lo pensaré mañana...

6 comentarios:

  1. Lo de nadar me supera
    no solo no disfruto
    sino que rezo por no
    ahogarme

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    1. Si yo siempre digo lo mismo, no me motiva nadar ni delante de un tiburón con hambre de 40 días. Creo que el que rezaba para que no me ahogase era NiñoNinja ��

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  2. Yo nunca aprendí a nadar. Aprendí a mantenerme a flote y poco más. Cuando era pequeña me apuntaron a natación pero al poco mi madre vio que aquello no me gustaba nada y optó por no hacerme sufrir. Se ve que a los cinco años uno no tiene tanta necesidad de desconexión. Jajajaja. Besotes!!!

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  3. De pequeña competía pero de mayor solo fui con ganas a una piscina cubierta cuando embarazada y está claro el motivo, allí flotaba y me olvidaba hasta tal punto de mi tripa que la vigilante me tenía que llamar la atención para que respirara y no corriera tanto por el bien del bebé.
    De eso hace doce años y no se me ocurre volver ni por asomo.

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    1. Servidora continua intentándolo pero vamos... que sigo en el mismo punto de "disgusto" :D

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